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Ricky

 Blog

Crónica de un día inolvidable: Fátima vs. NG

Fue un día memorable, un sábado inolvidable. El 10 de Noviembre de 2007 faltaban solo dos fechas para terminar el torneo clausura oficial de FEFI, y los chicos de Nueva Generación de la categoría 98: Lucho, Nahuel, Santi Sutter, Santi Somoza, Franco, Iván, JuanPi, Luquitas y Enzo, sabían que se jugaban el campeonato, porque iban primeros en la tabla de posiciones, seguidos por GEVS a un punto, y en la última fecha jugaban contra Añasco, un modesto equipo que había perdido todos los partidos jugados hasta entonces y que estaba último con cero puntos. Por eso, tanto los chicos, como Pablo (el técnico), como nosotros (los padres), estábamos seguros que este era el partido decisivo, y que de ganarlo, se aseguraban el campeonato por primera vez en su historia.

Jugábamos de visitante, en Lomas del mirador contra Fátima, un gran equipo formado por chicos con mucha garra y buen juego. Ellos venían de empatar con Sagrado Corazón, otro equipo que nos había dado pelea, pero nosotros veníamos agrandados, de triunfo en triunfo, muy mal acostumbrados, ganando todos los partidos de a decenas de goles, y haciéndoles precio a los rivales. Parecíamos imbatibles, estábamos invictos con 37 puntos y le llevábamos 10 a nuestro circunstancial rival. La cancha era semi-cubierta por un tinglado que flotaba cerca del cielo. El día se había presentado entre soleado y tormentoso, los cambios climáticos parecían un presagio de lo que estaba por venir: fue un día con sol, viento, lluvia, furia, calma, angustias, un hermoso arco iris y un apacible atardecer.

​Diego, el papá de Nahuel, había comprado miles de globos para decorar la previa con los colores de Nueva. Todos, pero todos: grandes, chicos, padres, madres, tíos, abuelos y amigos, inflamos e inflamos y formamos cientos de tréboles bordó, verde y blanco que agitamos entre aplausos, gritos y cánticos, cuando los chicos salieron a la cancha, al trote, desde el lejano vestuario visitante. En lo más alto de las gradas más altas, las categorías 96 y 97 coreaban las canciones típicas “Borom bombom, borom bombom, yo soy de Nueva Generación” o “De la mano de Pablo, vamos a ganar, de la mano de Pablo, vamos a ganar, y la vuelta, y la vuelta vamo a dar”. Mientras los chicos precalentaban corriendo de banda a banda, elonganban sus músculos, hacían toques suaves o fusilaban de a uno por vez al arquerito Lucho, afuera de la cancha reventábamos uno a uno los globos, y las explosiones resonaban en el firmamento como petardos, mientras que los relámpagos parecían bengalas disparadas desde el cielo; el espectáculo era formidable; parecía que se jugaba la final del mundo… ¿y porque no pensarlo así?, si para nosotros ¡era la final del mundo!

Después de muchos minutos de retraso y en medio de un ensordecedor festejo (que para algunos fue poco prudente, sobre todo para aquellos que sostienen que no se debe festejar antes de tiempo), el árbitro del partido consultó con su dedo pulgar en alto a ambos arqueros, para saber si estaban listos, y en cuanto estos le dieron el OK, infló grande sus pulmones, estiró su brazo izquierdo con la palma de la mano hacia arriba (apuntando el centro de la cancha) y dio el pitazo inicial.

Le tocó mover a Nueva, y los chicos repitieron por enésima vez en la temporada una jugada preparada que ensayan semana tras semana, donde Iván se la toca a Santi Sutter al fondo de la cancha, sobre el lateral izquierdo, al tiempo que Franco pica al vacío en búsqueda del pelotazo; como en esta ocasión Franco llegó antes que la pelota, la bajó de espaldas al arco, para la entrada de Iván, quién le pegó un derechazo sublime desde el borde del área, que dejó la pelota enroscada en la red. Iban tan solo diez segundos de partido y ya los nuestros ganaban uno a cero.

El gol se gritó tanto y con tanta pasión, que disparó involuntariamente sentimientos de furia y de euforia, adentro y afuera de la cancha; la fría tarde se empezaba a calentar desde la cancha y a oscurecer desde el cielo. Los cinco minutos posteriores al gol fueron vibrantes; los chicos de Nueva desperdiciaron muchas situaciones claras de gol, con pelotas que salieron cerca de los palos o que fueron rechazadas por los rivales al corner. Parecía que se iba a repetir la historia de los últimos partidos, donde la única incógnita era adivinar la cantidad de goles que eran capaces de convertir.


Después del arrebato inicial, Fátima logró salir del asedio, y aunque Nueva tenía la pelota y provocaba las opciones más claras de gol, el epicentro del juego se trasladó del área rival a la mitad de la cancha. De pronto, una infracción cerca del arco de Lucho le permitió a Fátima igualar el marcador de tiro libre, sorpresivamente, pero con un golazo, inatajable, a un ángulo. El gol fue tan festejado por los contrarios que nos quedamos desconcertados, mirándolos y mirándonos. El empate no era un buen resultado para nosotros, porque nos obligaba a tener que jugar una final fastidiosa con los chicos de GEVS, nuestro eterno rival, que habían sido campeones en los últimos torneos, y a los que por primera vez en la historia les habíamos podido ganar, el inolvidable día de los 3 goles de JuanPi.

El clima se había enrarecido demasiado, tanto en el cielo como en la tierra. Sobre el tinglado se desató una tormenta de viento y lluvia que azotaba, principalmente, el arco de Lucho, inundándolo. En la tierra, en cambio, muchos chicos (y muchos grandes) empezaron a impacientarse; la ansiedad provocó angustia y nerviosismo. El referí tuvo que suspender el partido por la tormenta y su continuidad dependía exclusivamente del cambio climático. Los chicos se abrigaron y se quedaron en el borde de la cancha, haciendo movimientos de precalentamiento para no enfriarse, supervisados y dirigidos por Pablo. Los padres, asistentes del club y hasta el propio referí pasaron el secador por las zonas inundadas. Todos soplamos con fuerza a los gigantes nubarrones para sacárnoslos de encima… ¡y lo logramos!, de a poco la lluvia fue cediendo y la tormenta se fue alejando.

Cuando se reanudó el partido, después de estar parado por largo rato, los chicos de Nueva siguieron dominándolo, pero ya no tan fácilmente como al principio. Cada contragolpe de Fátima era una puñalada que hería. Lucho sacó dos pelotas impresionantes, decisivas, mano a mano con el rival. Nueva también tuvo varias jugadas de gol, pero no las pudo concretar, hasta que después de una pelota que toca en el medio campo rival Franco para Iván, este se la pasó a Santi Somoza que recibió en la puerta del área, esquivó hábilmente a su marcador y como la pelota le quedó para definir con zurda, ante la desesperada salida del arquero, la pisó, giró para acomodarse a posición de diestro, y la tocó suavemente con su mágica derecha, a media altura, al palo más lejano. ¡GOOLLL! ¡GOOLAAZZOOO! Era un 2 a1 tranquilizador, tan deseado que se festejó como pocas veces en el campeonato.

De ahí en más todo fue nerviosismo, ansiedad, garra, pasión y corazón. Habilidad y buen juego faltaron ese día a la cita, estuvieron ausentes y sin aviso. Se empezaron a suceder las faltas, las acciones violentas y en cada pelota los chicos dejaban la vida; de a poco los reclamos iban subiendo de tono, pero el árbitro parecía inmutable. Franco estaba demasiado nervioso, como angustiado y eso lo hacía estar impreciso con el arco, (algo inusual en él), entonces Pablo ensaya el primer cambio del partido, reemplazándolo por JuamPi para que juegue los últimos minutos del primer tiempo.

De pronto, un contragolpe fulminante de los chicos de Fátima pone el partido 2 a 2. El festejo del rival fue otra vez ensordecedor y furioso, lo que delataba que la batalla se había declarado, que ni a los chicos, ni a los grandes de Fátima les daba lo mismo ganar o perder; que iban a salir a buscar el partido y a disfrutar si nos bajaban de la punta. Así terminó el primer tiempo más largo de la historia, y los chicos se fueron al lejano vestuario impotentes, masticando mucha bronca, rezongando y angustiados como nunca, pero confiados de que el segundo tiempo les depararía algo mejor.

La verdad, que de los primeros cinco minutos del segundo tiempo ni me acuerdo (o tal vez no me quiera acordar). Creo que se jugaron sin los chicos de Nueva; me parece que a la cancha salieron solamente los mocosos de Fátima, y que el referí decidió reanudar el partido con un solo equipo en el campo de juego. Esos primeros cinco minutos fueron fatales para NG, en esos minutos los chicos de Fátima convirtieron dos goles y se perdieron 666, como si el diablo hubiese metido la cola.
En el cielo, medio firmamento estaba iluminado por un sol radiante, pero la otra mitad era invadida por una tormenta tenebrosa. En la tierra Fátima, y creo que todo Lomas del Mirador, festejaba el triunfo, mientras que los de Nueva mirábamos el partido estupefactos, paralizados por el asombro y sin reacción ante el asedio.

Los nervios le jugaron una mala pasada a Franco, el goleador histórico e indiscutido del equipo y del torneo; jugaba llorando desconsoladamente, no había palabras que lo pudieran contener. Entonces Pablo pidió un minuto para hablar con el equipo. Santi Sutter también lloraba y los que no lloraban estaban furiosos, incontenibles, poseídos por el demonio de la impotencia. Pablo decidió hacer un cambio irremediable, porque Franco no podía seguir jugando en ese estado de angustia, y lo cambió por Luquitas, para que defienda por izquierda, mandando a Santi Sutter a jugar de punta, arriba, corriendo por todo el frente de ataque. Había que jugarse entero, faltaban solo diez minutos y NG perdía 4 a 2 en un partido donde el único resultado útil, era ganar.
En ese largo minuto de charla, Pablo les habló con energía y simpleza; no habló de cuestiones tácticas ni técnicas, les pidió calma y coraje, habló con pasión y les suplicó un último esfuerzo final. Creo que todavía resuena bajo el tinglado de Fátima la enérgica frase con la que el “profe” cerró su alocución: ¡VAMOS CHICOS, QUE SE PUEDE, CARAJO!

Cuando se reanudó el partido, recién en ese momento, los que estábamos afuera advertimos que había dos equipos en la cancha. NG salió a jugar con otra actitud. Lucho parecía más ancho y más alto, sabía que otro gol de Fátima sería la puñalada fatal y empujó al equipo hacia adelante, como si fuera el octavo en la formación de un scraun. Nahuel sacó su chapa de sherif y se la colgó de la camiseta; después de mostrársela a todos, se adelantó unos metros y prácticamente no permitió a ningún rival pasar mucho más allá de la mitad de la cancha, ni por izquierda, ni por derecha, ni por arriba, ni por abajo. Luquitas, eléctrico como siempre y rápido como un rayo, resolvió con eficacia cada situación en la que tuvo que intervenir. Santi Somoza recuperó su bastón y su galera, recargó su varita mágica, e hizo aparecer conejos y palomas, caños y gambetas, pases precisos y achiques perfectos. Iván mantuvo el aplomo de siempre; su calma y su paciencia le permitieron jugar el partido sin dispersión; era el único capaz de mantener orden táctico y la disciplina en medio del caos. Y Santi Suter, que no paró de llorar durante todo el segundo tiempo, se duplicó y reduplicó; aunque parezca mentira, se lo veía en más de un lado a la vez, como si de cada lágrima derramada, emergiera instantáneamente otro Santiago Suter que provocaba la sensación que Nueva, jugaba con un hombre de más.

¡Ahora sí! Nueva retomó el dominio del partido; acorraló al rival contra su arco y apenas si le dejaba asomar las narices. Los chicos de Fátima, decidieron cuidar el resultado y se amontonaron en el fondo, jugando de contragolpe. La tormenta se alejaba lentamente y solo la pasión y las emociones calentaban la tarde. Desde todos lados se reclamaba todo; el bullicio era ensordecedor. Era más lo que se discutía cada acción que lo que se jugaba al fútbol. Los insultos atravesaban vergonzosamente la cancha y el referí toma la decisión de expulsar a tres padres.

En medio de semejante descontrol, y faltando solo seis minutos para terminar el partido, Santi Sutter robó una pelota en la mitad de la cancha y salió despedido vertiginosamente hacia el arco de Fátima, esquivó en velocidad a un contrincante y le pegó a la carrera, como venía, de derecha, fuerte y abajo, al ras del piso… ¡GOLAZO! Era el 4 a 3 tan deseado; era la luz de la esperanza que se reencendía.

El partido siguió con el mismo ritmo áspero y vibrante de los minutos anteriores, era dramático, con NG atacando y Fátima defendiéndose. Faltando tres minutos, se provoca un lateral para Nueva que tiene que hacer Nahuel desde la banda derecha de nuestro ataque. Los chicos repitieron la jugada preparada que tienen para esta ocasión, en la que participan de la formación de posibles receptores Santi Somoza, Santi Sutter e Iván; la consigna consiste en ir abandonando la formación de a uno, girando en círculo en torno a sus rivales, para desconcertarlos, y es así como pasó primero Santi Somoza, luego Santi Sutter y finalmente Iván, a quien Nahuel le pasó el balón a media altura, para que la toque suave, de bolea, al medio, por donde en esta oportunidad, entraba Santi Sutter, que desde la puerta del área, definió sin pararla, a la carrera, aunque despacio, pero a colocar, abajo, contra el palo izquierdo del arquero… ¡GOOOL! ¡GOOOOOOLLL! ¡GGOOOOOOLLLLLLAAAAAZZZZZZOOOOO! ¡Era el 4 a 4!  ¡Parecía increíble! ¡Ya era heroico! Pero todavía faltaban 3 minutos por jugarse, y un gol, tan solo un gol, separaba la furia de la euforia, el fracaso de la gloria, la angustia más profunda, de la ilusión más soñada.

Los chicos de Fátima estaban furiosos y angustiados; los nuestros descontrolados, y en un descuido involuntario, permitieron que uno de los chicos de Fátima quede solo frente a Lucho, mano a mano; la jugada fue interminable, la pelota le rebotó a Lucho, pero volvió a los pies del rival, quién amagó una y otra vez antes de intentar definir, ocasionando otro rebote, en el que la pelota quedó boyando a metros del arco de Nueva, con Lucho a medio camino y todos nuestros chicos y nuestras mentes tratando de sacarla de ahí, de reventarla de punta hasta el infinito y más allá; pero fue inútil, el último en tocarla fue el chico de Fátima, que le pegó como pudo, y la pelota salió rasante, besando el poste derecho de Lucho, ¡pero afuera!. ¡El infarto fue generalizado!

A un minuto del final, Santi Somoza recibió una pelota en la mitad de la cancha y la trasladó hasta tres cuartos de campo rival, sobre el lateral izquierdo. Buscó desprenderse pero no pudo, pisó la pelota rodeado de contrincantes, que lucharon sin éxito por sacársela; parecía acorralado, pero él siempre tiene un as bajo la manga, y con un quiebre de cintura intentó escapar del encierro, pero lo barrieron sin piedad, y cayó al suelo, de culo contra el piso: Fault! ¡Tiro libre!, indirecto por haber sido cometido dentro del campo de Fátima. Iván acomodó la pelota. Santi Sutter, ante la ausencia de Franco, se preparó para pegarle un bombazo de derecha. Santi Somoza y Nahuel se ubicaron en las inmediaciones del área a la espera de un eventual rebote, enredados con sus marcadores y luchando cuerpo a cuerpo una mejor posición. Luquitas, en la mitad de la cancha tendió sus vallas para evitar cualquier posible contragolpe. Son los últimos segundos del partido y la expectativa acalló a todos, hasta la tormenta pactó una tregua para ver el tiro libre. Solo se escuchaban las voces entremezcladas de los técnicos que abrumaban a los chicos con indescifrables indicaciones. Iván pidió distancia y el juez le indicó que entonces deberá esperar que pite para mover. El referí contó lentamente los pasos y todos se quejaron, los nuestros reclamaban la falta de distancia; y ellos, en cambio, excesiva distancia. Unos minutos antes, Santi Sutter había malogrado otro tiro libre casi desde la misma ubicación, pero el fútbol siempre da revancha, y ahora tenía una nueva oportunidad. La ejecución se demoró y todos sabían que por lo menos se jugarían dos o tres minutos más luego del tiempo reglamentario. Iván estaba pegado a la pelota. Santi Somoza y Nahuel seguían sus bizarras luchas en el área. Iván sabía que en cuanto el juez pitara iba a tener que jugar rápidamente la pelota, porque de lo contrario, en una milésima de segundo tendría a los chicos de la barrera sobre ella, achicando los espacios para el remate. ¡La expectativa era inmensa! De pronto, el referí pitó, Iván tocó suave para su derecha y Santi Sutter, después de correr cuatro o cinco largos pasos de carrera, le pegó un derechazo magnífico, a media altura, por la izquierda de una barrera que voló en pedazos a sus pies y por la derecha de un arquero, que a pesar de la estirada, no pudo evitarlo… ¡¡¡¡GGGGGGOOOOOOOOOLLLLLLLLL!!!!  SSSSIIIIIIII, ¡¡¡¡GGGGGGGGGGGGOOOOOOOOOOOOOLLLLLLLLLLLLLLLLL!!!! ¡¡¡¡GGGGGGGOOOOOOOOLLLLLLLLLAAAAAAAAZZZZZZOOOOOOOOO!!!!

Y la cancha se inundó de hinchada, y todos corrimos a abrazarnos con todos, principalmente con los chicos que estaban conquistando la gran hazaña, ¡la merecida hazaña! Esos chicos que estaban haciendo realidad sus sueños y cosechando el fruto de muchas horas de entrenamiento. La tormenta no lo podía creer. Fátima no lo podía creer. Nueva no lo podía creer. Ahora lloraban todos (excepto el árbitro, al que creo que ganas no le faltaban). Santi Sutter, que se había convertido en el héroe de la jornada, con sus tres goles de la segunda mitad del segundo tiempo, era el que más lloraba. Los chicos de Fátima, que habían dejado el alma en la cancha, estaban desconsolados… y los grandes de Fátima, ni les cuento.
El descontrol provocado por la emoción, nos hizo olvidar que aún faltaban tres o cuatro minutos más, los que adicionara el árbitro. Pero creo que a ninguno de nosotros se nos cruzó por la mente que existiera la más mínima posibilidad de que el marcador se revirtiera. El partido se reanudó y se jugó bajó nuestro persistente reclamo de que el tiempo había concluido; cada 3 segundos, se escuchaba un vigoroso: “¡LA HORA REFERÍ!”; y la verdad, que no se lo que pasó en esos largos minutos de alargue, pero lo que sí recuerdo, es que cuando el referí dio el pitazo final y señaló el centro de la cancha con ambas manos, ya estábamos otra vez todos metidos adentro del terreno de juego, empujados salvajemente por la emoción y por una pasión que nos desbordaba, saltando como nunca, cantando, festejando y hasta dando una insolente vuelta olímpica en la casa de la visita.

En el cielo, el sol otra vez había ganado una dura batalla, como siempre; y al ver como la tormenta, derrotada, huía desangrándose por sobre el Río de la plata, desplegó victorioso, de punta a punta del firmamento, su estupendo estandarte de victoria: un inmenso arco iris multicolor, donde prevalecían, por sobre el resto, los colores bordó, verde y blanco.


En la tierra, los chicos de Nueva Generación de la categoría 98: Lucho, Nahuel, Santi Sutter, Santi Somoza, Franco, Iván, JuanPi, Luquitas y Enzo, comandados por Pablo, se consolidaban en el primer puesto del torneo clausura oficial de FEFI, seguido por GEVS a un punto, y a una fecha de la última, donde jugarían de locales contra Añasco, un modesto equipo que había perdido todos los partidos jugados hasta entonces.


En el tiempo, solo una semana nos separaba de la gran consagración, porque el 17 de Noviembre de 2007: iban a ser campeones por primera vez en la historia, en la larga historia de sus cortas vidas, porque para muchos, este significó su cuarta temporada en “primera”, a pesar de sus ocho o nueve añitos. La alegría fue tan grande y la emoción tan profunda, que los chicos festejaban como grandes y los grandes llorábamos como chicos. Fue, definitivamente, un día inolvidable, que quedará por siempre grabado a fuego en nuestras retinas.

Después vinieron los grandes festejos por el campeonato obtenido, que tuvieron lugar in situ, al finalizar el partido; a la noche, en el salón de Nueva Generación; y a los pocos días, durante la entrega de premios de fin de año. Pero la crónica de los festejos la dejo para otro momento, porque realmente merece un capítulo aparte… aunque, se la imaginan, ¿no?

Ricardo Somoza

(Diciembre/2007 – Mayo/2008)

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