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Ricky

 Blog

Perspectivas... Salir a la calle
Miradas opuestas

Lola exigiendo salir a la calle

Todos los días del año, sin excepción, pase lo que pase, aunque haga frío, calor o llueva, una vez a la mañana, otra vez a la tarde y de nuevo a la noche, sacamos a nuestro perro a la calle para que haga sus necesidades básicas: pis y caca.​

Nos lo pide a gritos con la mirada, tocándonos la pierna con su hocico o subiéndosenos encima, gruñendo bajito, girando en círculos o rascando la puerta de calle; yendo y viniendo desde la puerta hacia nosotros, y desde nosotros hacia la puerta, moviendo la cola de lado a lado, y mirándonos atento, con la lengua afuera y las orejas bien paradas, a la espera que pronunciemos esa mágica palabra que solo nosotros sabemos que ambos entendemos… y todo para decirnos que necesita salir a la calle.​​​

 

Pero… ¿Será cierto que necesita salir a la calle para hacer sus necesidades? ¿O será la excusa perfecta para hacer lo que realmente quiere o necesita hacer? Y en ese caso, ¿qué será lo que realmente quiere o necesita hacer?

Lola con Sil.jpg

Para mí no hay duda: NOS ENGAÑAN COMO A CHORLITOS. Nos hacen el “cuento del perro”, y salimos ingenuamente corriendo a su ritmo.

Nuestros mejores amigos, no necesitan salir a la calle para hacer pis y caca; y si así fuera, saldrían, harían lo que tengan que hacer y volverían en 5 minutos. Sin embargo, eso es imposible. Si por ellos fuera, pasearíamos durante horas.

Pero, y entonces?... Qué diablos quieren?

Lola con su gran amigo Kenshi

Al igual que nosotros, los perros necesitan estar informados. Quieren saber lo que pasa en su mundo. Y salen a buscar con su olfato las novedades del día. Del mismo modo que nosotros leemos el matutino y el vespertino, para saber qué hay de nuevo en nuestro mundo, ellos salen a buscar que hay de nuevo en el suyo, en el mundo que los rodea, en ese pequeño universo que está a su alcance.

Reencontrarse con humanos y mascotas amigas y conocidas. Dialogar con ellos a través de las miradas. Olerse las partes para reconocerse. Jugar un ratito con los que hay buena onda, y ladrarse furiosamente con aquellos que no se pueden ni ver. Leer con su olfato las identidades de todos los que fueron dejando su firma en los árboles y paredes del barrio. Descubrir, en la mezcla de olores que emanan los charcos, el crisol de razas que habita la zona. Deleitarse con los manjares que ofrecen las carnicerías, las pollerías, las pescaderías y los grandes tachos de basura (atestados de deliciosos desperdicios abandonados). Es una necesidad innata, que nace en sus propias entrañas.​​

Lola y Kenshi en la terraza.jpg

​​A los humanos, nos encanta recibir noticias. Somos curiosos, extremadamente curiosos. Necesitamos permanentemente estar informados. Es indispensable saber lo que pasa en el barrio, en el país, en el mundo y hasta en el universo profundo. Y nosotros podemos hacerlo leyendo el periódico, a través de las redes sociales, escuchando la radio o mirando televisión.

La mayoría de la información que recibimos, es inútil. No nos sirve en absoluto. Saber lo que está pasando en el polo opuesto, no nos influye en nada. Y mucho menos importante es saber lo que dijo Fulano de Mengano, o quién es la pareja de Zutano. Sin embargo, recibir toda esa información, nos hace sentir bien. Nos complace. Nos llena el alma. Aunque no nos sirva para nada.

Ellos y nosotros necesitamos lo mismo: INFORMACIÓN. Satisfacer nuestra instintiva curiosidad. Pero como ellos no saben leer el periódico, ni chequear las redes sociales, ni escuchar la radio, ni ver televisión, entonces, tienen que, indefectiblemente, salir personalmente a la calle a buscar las noticias del día.​

Lola en el parque con las palomas.jpg

Lola, en parque Centenario, corriendo palomas

Lo que para nosotros es la ciudad, para ellos es la jungla. Los estímulos y los peligros a los que se enfrentan, son infinitos. Al igual que con un niño de entre 2 y 3 años (cuyas inteligencias se asemejan), tenemos que cruzar la calle siempre de la mano, porque no reconocen los riesgos a los que se exponen en esa situación.

 

Para los que viven en departamento, ir al parque es la salida obligada. Es como mandar a los hijos a la colonia. Allí producen sus más importantes vínculos sociales y nacen grandes amistades. En el parque tienen suficiente lugar para correr y divertirse, revolcarse con semejantes, correr a las palomas, o ir a buscar mil veces la misma pelota o la misma ramita, hasta agotarse, o hasta agotarnos.​

Entrar con ellos a un pet shop y explorar sus góndolas, les provoca la misma excitación que, a muchos de nosotros, recorrer un shoping de punta a punta.

Lola y su osito de dormir

Y si algún día emprendemos un viaje más largo que el habitual, y salimos de su clásico radio de paseo, aunque sea a unas pocas cuadras del lugar, será como haber hecho un viaje al exterior, como llevarlo a conocer otro mundo. Será como haber pasado la frontera, y sentirá la intensa emoción que se siente al descubrir un nuevo lugar, y disfrutar de otro paisaje, con otros olores, otro idioma y otras costumbres. Y seguro que dejará su ácida firma escrita en algún rincón, como cuando nosotros dejamos nuestro "grafiti" grabado en alguna piedra, para que el mundo entero sepa de su paso por allí.

Y al regresar del paseo, agotados por la cantidad de información recibida, se echan al piso, cierran sus ojos y renacen en una nueva vida, donde reconstruyen toda la experiencia vivida, y un sueño profundo los lleva a otra realidad, en la que viven la vida que quieren soñar, absolutamente intensa, pero sin riesgos, de la que vuelven de a ratos para ajustar alguna escena, y adonde regresan todo el tiempo, para disfrutar de este hermoso sueño, que es la vida que les toca vivir.

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Ricardo Somoza

( 2024 - 2025)

Página hecha por Ricky en Agosto de 2013

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