Ricky
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La paradoja de la pandemia
¿Coronavirus... o Control social?
Antes del año 2020, los sistemas socio-económicos predominantes, estaban siendo fuertemente cuestionados por la sociedad.
Podíamos ver, a través de los medios de difusión, a millones de personas movilizándose por las calles de París, de Madrid, de diferentes ciudades inglesas y norteamericanas, y a lo largo y ancho de casi toda América Latina, empezando por Chile, Ecuador, Colombia, Venezuela, Bolivia, Argentina, y siguiendo por muchos pequeños focos en cientos de regiones del Planeta.
Y todos tenían algo en común, protestaban a viva voz contra un sistema que promueve la desigualdad social (premiando a los que más tienen); que ignora el crecimiento exponencial de la pobreza y la marginalidad; que fomenta el crecimiento económico a cualquier costo, permitiendo métodos de producción híper contaminantes, o que aniquilan toneladas de recursos naturales no renovables, o que devastan infinidad de hectáreas de bosques y montañas, o que someten a explotación a millones de seres débiles e indefensos; y lo que es más insólito, un sistema al que no le importa el deterioro del medio ambiente y las consecuencia del calentamiento global antropogénico, que de no ser controlado a tiempo, puede provocar, nada más y nada menos, que la propia extinción de nuestra especie.
Pero algo increíble pasó en el 2020, apareció “sorpresivamente" el COVID, una enfermedad tan contagiosa, que se hizo pandemia. Y el mismo sistema, tan cuestionado y vapuleado hasta entonces, encerró a todo el mundo en sus casas, le tapó la boca para salir a la calle y lo torturó durante meses con imágenes y noticias nefastas. Así nomás, mansamente, sin disparar un solo tiro, y de un día para el otro, el control sobre la sociedad fue absoluto.
Y no solo eso, sino que, además, logró dividir a esa gente movilizante y bulliciosa, entre los que creen que la pandemia es una desgracia fortuita, y los que creen que nada es casual; entre quienes están a favor de la cuarentena y los anti-cuarentena; entre los que creen que todos deben vacunarse, y los que no quieren vacunarse; entre los que creen que hay que seguir cuidándose, y los que quieren que todo vuelva a la normalidad anterior.
Y otra vez, por un rato, el mundo se olvidó de las consecuencias nefastas que provocan los sistemas socio-económicos predominantes, porque matan más lentamente que el coronavirus.
Pero no deberíamos olvidarnos de ese sistema explotador, que promueve la desigualdad, ignora la pobreza y la marginalidad, al que no le preocupa la contaminación ambiental y es responsable directo del calentamiento global, porque tarde o temprano, también vamos a ser sus víctimas.
La pandemia demostró TODO, pero no cambió NADA. Aprendimos que el planeta necesita un respiro para recuperarse (o al menos para no seguir enfermándose), pero el sistema no lo permite, no nos da tregua.
Las fábricas tienen que producir y producir, los países tienen que crecer y crecer, los humanos tenemos que trabajar y trabajar, y todo tiene que venderse y comprarse todo el tiempo, frenéticamente, sin pausas, porque así funciona el sistema. Y frenar toda esta maquinaria infernal e irracional, termina siendo, para los humanos que vivimos sometidos a ese sistema, más perjudicial que una pandemia, que la contaminación ambiental, que la explotación, que el hambre, que el calentamiento global, y que todo eso junto.
El sistema socio-económico en el que vivimos, ES EL PROBLEMA, aunque muchos no puedan ni imaginárselo.
Confío plenamente en las nuevas generaciones, que todavía no están contaminadas con las doctrinas de los sistemas dominantes, que puedan reconocer el problema, evitar el colapso y crear un nuevo sistema socio-económico que haga, del mundo en el que vivimos, un lugar socialmente justo, humanamente habitable y ambientalmente sostenible.
Ricardo Somoza
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